A pesar del frío, aquí también hay calor. Al menos en la sede de la embajada de Colombia, ubicada en la calle Leroy Place. Y no precisamente porque tengan un buen sistema de calefacción sino como consecuencia de las chispas que han salido en estos días. Los motivos son muchos.
¿Violaciones a la ley?
A doña Carolina Barco al parecer desde el nombramiento del Canciller Fernando Araújo se le complicó la tarea, pues se le creció el enano al circo. Con el nombramiento del papi, el hijo a quien llamaban cariñosamente como Lué (por lo de Luis Ernesto) dejó de ser empleado y empezó a ser una especie de super embajador o, mejor, delegado plenipotenciario del papi Chambacú.
Además de poner a la Barco Isakson como una especie de empleada de segunda, el nené Lué se abrogó responsabilidades que sólo puede tener un funcionario público, y, al parecer, se dedicó a negocios personales o familiares usurpando representación oficial. Lo cual sería un delito grave en un gobierno democrático y con vergüenza, pero en la patria del inteligente supresor eso no importa.
Como si fuera poco, el gobierno envió a una super TLC, exministra, que suplantó igualmente a la embajadora en sus funciones. Al final, como la sede era un poco estrecha para las dos mujeres, la exministra Suárez estableció sede en Bogotá, y acaba de tirarle al querido Presidente el cargo para cuplir patrióticamente un alto cargo en una transnacional, de las que salieron beneficiadas con los acomodos del TLC a costa de la salud de los bolombianos.
Y todavía, como para que a la embajadora le supiera a cacho la diplomacia corroncha chambacuana, el canciller hasta le destituyó fulminantemente su mano derecha en comunicaciones y prensa. Al parecer a la embajadora le debe ir muy mal financieramente, pues de otra manera no se aguantaría tantas bajezas de su jefe.
Ahora sólo falta la ceremonia de genuflexiones de la Comisión de Absoluciones de la Cámara, para no ver y hacerse de los nuevones con la correspondiente investigación contra el amado Pre, su canciller y la embajadora, en tanto que a la fiscalía le correspondería revisar la acción del nené Lué.
Ya aquí en Washington hablan del nuevo oso-lución de la Cámara baja.
A doña Carolina Barco al parecer desde el nombramiento del Canciller Fernando Araújo se le complicó la tarea, pues se le creció el enano al circo. Con el nombramiento del papi, el hijo a quien llamaban cariñosamente como Lué (por lo de Luis Ernesto) dejó de ser empleado y empezó a ser una especie de super embajador o, mejor, delegado plenipotenciario del papi Chambacú.
Además de poner a la Barco Isakson como una especie de empleada de segunda, el nené Lué se abrogó responsabilidades que sólo puede tener un funcionario público, y, al parecer, se dedicó a negocios personales o familiares usurpando representación oficial. Lo cual sería un delito grave en un gobierno democrático y con vergüenza, pero en la patria del inteligente supresor eso no importa.
Como si fuera poco, el gobierno envió a una super TLC, exministra, que suplantó igualmente a la embajadora en sus funciones. Al final, como la sede era un poco estrecha para las dos mujeres, la exministra Suárez estableció sede en Bogotá, y acaba de tirarle al querido Presidente el cargo para cuplir patrióticamente un alto cargo en una transnacional, de las que salieron beneficiadas con los acomodos del TLC a costa de la salud de los bolombianos.
Y todavía, como para que a la embajadora le supiera a cacho la diplomacia corroncha chambacuana, el canciller hasta le destituyó fulminantemente su mano derecha en comunicaciones y prensa. Al parecer a la embajadora le debe ir muy mal financieramente, pues de otra manera no se aguantaría tantas bajezas de su jefe.
Ahora sólo falta la ceremonia de genuflexiones de la Comisión de Absoluciones de la Cámara, para no ver y hacerse de los nuevones con la correspondiente investigación contra el amado Pre, su canciller y la embajadora, en tanto que a la fiscalía le correspondería revisar la acción del nené Lué.
Ya aquí en Washington hablan del nuevo oso-lución de la Cámara baja.
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