La parte es el todo y el todo es la parte. Igual desde la provincia se puede observar el país y el globo. Es un intento y una herramienta de expresión al servicio de personas independientes. Nuestro correo: Caruma.carlos@gmail.com
1 de abril de 2011
El olor de la muerte
31 de marzo de 2011
Pronósticos que aterran
30 de marzo de 2011
“Dejad que los niños vengan a mí”
Mientras Michelle Obama compartía el lunes 21 en un museo infantil con los niños pobres del barrio La Granja de Santiago y su marido proclamaba en el Palacio de La Moneda el amor de EEUU por los derechos humanos y la democracia, la revista alemana Der Spiegel publicaba imágenes de soldados estadounidenses que supuestamente luchan por esos valores en Afganistán: mataron a un niño campesino, se tomaron fotos para el recuerdo y le sacaron dientes y otros “trofeos”. Las imágenes ilustran la perversión del lavado de cerebro que Obama, el Pentágono y el complejo militar industrial-mediático le hacen a los soldados de EEUU.
De los niños de La Granja no hay fotos porque no dejaron entrar cámaras “por razones de seguridad”, pero los encuentros de la primera dama del país del norte con escolares pequeños a menudo aparecen reproducidos burlonamente en la serie Los Simpson. El mediocre discurso del anfitrión Sebastián Piñera alabó a EEUU como “nación amante de la paz”. Ningún medio chileno se tomó la molestia de dar a conocer estas fotos de Spiegel:
El niño Gul Mudin era hijo de un granjero de los alrededores de Kandahar. Los soldados que lo asesinaron dijeron que los amenazó con una granada. El diario británico The Guardian dijo el martes que los militares mutilaban los dedos de sus víctimas y les extraían sus dientes como trofeo. Morlock negoció declarar contra sus compañeros e inculpar a su superior, el sargento Calvin Gibbs, como responsable de las matanzas, para obtener una pena reducida, quizás a 24 años de prisión.
Como los gobernantes y los militares estadounidenses son bondadosos por naturaleza, y sólo quieren que los nativos de Afganistán, Iraq o Libia –y de todo el mundo- respeten los derechos humanos, la voluntad del pueblo y la democracia, naturalmente pidieron disculpas.
El diario El Mundo de España dijo que después de hacerse la fotografía, los soldados detonaron una granada sobre el cuerpo y acribillaron los restos. Un ritual perverso del “Equipo de la Muerte”. Las fotos de Spiegel traen a la memoria las imágenes de la cárcel de Abu Ghraib, Iraq, que entre 2003 y 2006 mostraron cómo los militares de EEUU, mercenarios contratados por Blackwater y elementos CIA torturaban y humillaban a los prisioneros, disfrutaban de su sadismo y tomaban instantáneas.
Ahora EEUU investiga cómo Der Spiegel consiguió las fotos. La revista dijo que publicó solamente tres de unas 4.000 imágenes y vídeos que obtuvo en una investigación de cuatro meses. La OTAN, que se apresta a intervenir en Libia, teme que estas tres fotos puedan enfurecer a la gente de Afganistán, incluido el gobierno de Hamid Karzai, a quien están ayudando –se supone- a imponer el respeto a los DDHH y la democracia. EEUU ve en peligro sus pretensiones de dejar bases militares permanentes en ese país. Y así, la Secretaria de Estado, Hillary Clinton, telefoneó a su par de Afganistán para suavizar la bronca.
* Periodista y escritor chileno |
29 de marzo de 2011
Morlock, el repugnante
EL MUNDO › CAZABA AFGANOS POR DEPORTE
Por Guy Adams *
Sonreía inclinado sobre el cuerpo del muchacho y con una mano le torcía la cara ensangrentada hacia la cámara. El cabo Jeremy Morlock se llevaba así su trofeo de cacería, un civil afgano inocente, como solía llevarse los de los alces que cazaba en su pago de Alaska. Las fotos de este militar de 23 años tratando a un ser humano como un animal fueron publicadas la semana pasada por la revista alemana Der Spiegel. Hasta el ejército de Estados Unidos, una institución poco dada a las disculpas, dijo que las imágenes eran “repugnantes”.
Anteanoche, Morlock fue condenado a 24 años de prisión por un tribunal militar en la base Lewis-McChord, cerca de Seattle, en el estado de Washington. El cabo se había declarado culpable de ser el líder de un “pelotón de ejecución” de soldados rasos que mataron a tres civiles al azar, por deporte, durante sus doce meses de servicio en la provincia de Kandahar entre 2009 y 2010. Morlock no fue condenado a muerte o prisión perpetua porque aceptó declarar contra sus camaradas “deportivos”, con lo que tal vez pueda salir bajo palabra pasados los treinta años de edad.
Este caso, que ya es llamado “el Abu Ghraib afgano”, promete dejar muchas preguntas sin responder: ¿sabían sus superiores del deporte que practicaban los soldados? ¿se fijaban siquiera en la salud mental de los hombres a su mando? ¿no serán los acusados apenas la punta de un iceberg mucho mayor? Lo que se sabe de Morlock no ayuda a calmar estas preocupaciones.
Tercero de ocho hijos de una familia de clase obrera de la minoría indígena Athabaska, Morlock nació en Wasilla, Alaska. En la secundaria jugó al hockey sobre hielo con su amigo Track Palin, en el equipo que entrenaba su madre, la ahora famosa ex gobernadora Sarah Palin. En 2006 se graduó y se unió al ejército, que lo envió a la Quinta Brigada de Ataque de la Segunda División de Infantería. Durante su entrenamiento, Morlock reportó episodios de depresión agravados por la inesperada muerte de su padre, que se ahogó en 2007.
A mediados de 2009, Morlock llegó en rotación al sur de Afganistán, por un año, y de inmediato se encontró bajo fuego. Participó en cuatro “contactos” con el enemigo y en tres de ellos sufrió concusiones. En una carta a su madre escribió que “hace apenas tres meses que llegué y ya no creo que alguna vez pueda hablar de las cosas que me están pasando”. En la misma carta, le confesaba que no podía dormir y se sentía “traumatizado”.
Morlock comenzó a fumar la marihuana que se cultiva en Kandahar y le recetaron diez medicaciones diferentes, incluyendo analgésicos, antidepresivos y pastillas para dormir. Tras su arresto, los médicos militares informaron que tenía síndrome post traumático, drogadependencia y desorden de personalidad. Ninguno de estos síntomas hizo que lo enviaran a retaguardia.
En sus interrogatorios, el cabo contó que comenzó a matar civiles desarmados junto a sus colegas después de la Navidad de 2009, según él con el apoyo de su sargento, Calvin Gibbs. Este suboficial, al parecer, tiene el hábito de cortarles los dedos a los enemigos que mata y dijo que había matado por deporte durante su rotación en Irak. “Si Gibbs supiera que les estoy contando esto, seguro que me hace mierda”, les dijo Morlock a los interrogadores en una entrevista que terminó en YouTube. Los abogados del sargento niegan furiosamente que esto sea cierto.
Los tres asesinatos por los que fue condenado Morlock ocurrieron en enero, febrero y mayo del año pasado. No se conocen todos los detalles, pero el acusado dijo que habían acomodado los cuerpos para que pareciera un enfrentamiento.
Lo que está quedando en claro es que la Quinta Brigada de Ataque tiene un problema. Su comandante, el coronel Harry Tunnell, fue súbitamente removido a mediados del año pasado y esta semana fue acusado en la corte marcial de conducir una brigada “disfuncional”. Un psicólogo de la defensa dijo que su cadena de mando “creó un ambiente propicio para estos crímenes”. Varios soldados dijeron que hablaron con sus superiores sobre problemas de abuso de autoridad y de uso de drogas, pero que fueron ignorados y, en un caso, golpeados para que se callen. Los familiares de un soldado que reveló en un mensaje colgado en Facebook que se estaba matando a civiles inocentes, contactó el comando de la brigada en Seattle pero jamás les contestaron.
Morlock fue arrestado en julio pasado y desde entonces está en soledad. Tuvo un hijo que todavía no conoce. En los interrogatorios previos a su juicio llamó la atención que nunca intentara culpar a las drogas o al stress por sus actos. “Perdí mi norte moral”, fue su explicación. Su madre lleva gastados 50.000 dólares en su defensa legal y le dijo a la prensa que su hijo fue condenado para tapar un problema mayor. “Creo que le ordenaron hacer lo que hizo”, dijo la mujer. “Creo que sus superiores están involucrados y ellos lo están pagando. Allá pasa de todo...”.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12
28 de marzo de 2011
Crecimiento débil
Opinión |27 Mar 2011

Composición del PIB refleja estructura de los últimos 20 años
Por: Eduardo Sarmiento
De acuerdo con el reporte oficial, la economía creció 4,3% en el 2010. La cifra es una fracción de las proyecciones oficiales y corresponde al promedio de los últimos diez años.
La composición del producto nacional refleja la estructura económica de los últimos veinte años y las prioridades no explícitas en el plan de desarrollo. La producción industrial creció 4,9% y si se le resta el aumento de las materias primas importadas, el valor agregado apenas llega a 3%, al tiempo que la agricultura continuo estancada en cero. La dinámica de la economía se origina en la minería y petróleo. El resto de la actividad proviene de los servicios que representan el 60% del producto nacional.
Desde hace veinte años la economía ha estado expuesta al desmonte arancelario la revaluación del tipo de cambio y estímulos a la inversión extranjera que han elevado la rentabilidad de las actividades intensivas en recursos minerales con respecto al resto han propiciado la adquisición de las materias primas y bienes finales en el exterior. En consecuencia, florecieron el petróleo y la minería que no generan empleo y se fortalecieron los servicios que se caracterizan por la baja productividad y bajos salarios. La industria y la agricultura, que constituyen las actividades con mayor potencial de productividad y empleo bien remunerado, se relegaron a tercer plano.
No menos diciente es la composición de la demanda. Mientras el consumo crece 4%, la inversión en capital 6% y las exportaciones 2%, las importaciones lo hacen al 16%. Prácticamente todo el aumento del gasto esta representado en compras externas. La contribución del valor agregado nacional y el empleo es de orden menor.
Curiosamente, los más sorprendidos con el comportamiento descrito son sus gestores y promotores, que han girado alrededor de una teoría equivocada.
Dieron por hecho que la inversión extranjera y la libertad comercial se encargarían de modernizar y empujar el crecimiento económico. De un lado, la entrada de capitales ampliaría la capitalización y las importaciones incorporarían el avance tecnológico, y de otro lado, el intercambio comercial, en virtud de las ventajas comparativas elevaría la productividad de la mano de obra. Así, la industria y la agricultura progresarían en forma acelerada ofreciendo oportunidades de empleo bien remunerado a la fuerza de trabajo.
La realidad resultó muy distinta. La participación de los dos sectores en el PIB ha venido descendiendo sistemáticamente. En la actualidad, apenas representan el 22%. Se configuró la clásica enfermedad holandesa en la cual el gasto se realiza en el exterior y las actividades transables de alto valor agregado se marchitan.
El panorama no se vislumbra diferente para el año en curso. La estructura productiva a favor de la minería y los servicios se acentuará por la política monetaria que le da prioridad a la inflación sobre cualquier otro objetivo y por el abierto compromiso del Gobierno con la inversión extranjera, el libre mercado y los acuerdos de libre comercio. No es posible crecer a tasas más altas lideradas por la minería, los servicios, e incluso la infraestructura física.
Es precisamente lo que se observa en los indicadores disponibles del primer trimestre. En enero el empleo y el consumo de energía descendieron con respecto a los meses anteriores, y las importaciones crecieron 40%.
No hay espacio para el valor agregado de la industria y la agricultura. Y mientras persistan esas condiciones, el producto nacional crecerá por debajo de las posibilidades reales y no generará empleo formal.
27 de marzo de 2011
Cuentas macabras
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Con los tres de la última semana -uno en Turbo, otro en San Onofre, otro en San José de Apartadó- ya son cincuenta los líderes campesinos involucrados en la lucha por la recuperación de las tierras expoliadas que han sido asesinados en los últimos tres años.
Christian Salazar, delegado de la ONU en Colombia para los Derechos Humanos, daba en estos días una información escalofriante, pero que por lo visto no le produjo escalofríos a casi nadie: la Fiscalía está investigando 27.300 -veintisiete mil trescientos- casos de desaparición forzada. Son más que los que se cometieron en Argentina y Chile durante los años de plomo de las dictaduras militares. La Unidad Nacional de Fiscalías para la Justicia y la Paz publica otra cifra, todavía más espeluznante: en cuatro años, de junio de 2006 a diciembre de 2010, los paramilitares en teoría "desmovilizados" y sus sucesores de las púdicamente llamadas "bandas criminales" (neoparamilitares en colaboración con elementos de la fuerza pública) han cometido 173.183 homicidios y 34.467 desapariciones forzadas. El columnista Alfredo Molano hace en El Espectador una cuenta macabra: si todos esos muertos hubieran sido fusilados en hilera, la fila de cadáveres tendría ciento setenta y tres kilómetros de largo.
Todo esto se publica en los periódicos, y se comenta. Pero la justicia no avanza mucho. Hay casos comprobados de desaparición forzada seguida de asesinato que están empantanados a fuerza de argucias jurídicas desde 1987: desde hace treinta y cuatro años. Es el de Nydia Érika Bautista, citado en estos días en El Tiempo por el abogado Gustavo Gallón. Argucias jurídicas que serían cómicas si no fueran cínicas: por ejemplo, la de alegar que cuando sucedieron los hechos -por los cuales fue destituido el general Álvaro Velandia, en ese entonces comandante de la siniestra Brigada XX de Inteligencia del Ejército- la desaparición forzada no estaba tipificada como falta disciplinaria. Y entre tantos, testigos de los hechos, y la familia de la víctima, y el procurador delegado para los Derechos Humanos, Hernando Valencia Villa, que destituyó al general, han tenido que buscar refugio en el exilio para que no los maten también a ellos.
Porque aquí todo asesinato genera dos o tres más. Aquí se mata también a las familias, y a los testigos, y a los jueces. Hace tres días fue asesinada la juez que investigaba el caso de los niños violados y asesinados por militares -hay un soldado preso- en Arauca.
Tienen razón los nostálgicos del pasado gobierno que denuncian que hay inseguridad. La hay, sin duda. Pero es bueno mirar para quién.
Porque, como decía, la justicia no avanza mucho. Y a veces retrocede, como en el caso de la juez asesinada. Mencioné el ejemplo empantanado de la desaparecida Nydia Érika Bautista, y no se trata de una excepción. Igualmente empantanado sigue el juicio emprendido contra militares de alto rango por un hecho aún más antiguo, como fue la desaparición de los detenidos en la contratoma del Palacio de Justicia, en noviembre de 1985. Todo se empantana y se pierde en una marea de olvido y de indiferencia. Y no pasa nada.
O más bien, al contrario, por eso pasa lo que pasa. Por eso sigue pasando lo que sigue pasando. Porque hay quienes piensan que ese olvido, y tal vez esa indiferencia, son condiciones necesarias para la reconciliación nacional. Para el "desarme de los espíritus" tantas veces mentado en nuestros últimos decenios de historia de sangre. Pero esos mismos decenios de sangre demuestran lo contrario: es el olvido de la sangre lo que hace que siga corriendo.
Por lo cual lo más probable es que tengamos que seguir haciendo cuentas macabras.