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Senador Jorge Robledo |
TLC con Estados Unidos: lo peor para Colombia en 192 Años
Jorge Enrique
Robledo, Bogotá, 14 de octubre de 2011.
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El TLC con Estados
Unidos es lo más malo que le ha ocurrido a Colombia luego de la Independencia
de España, el 7 de agosto de 1819. Porque lleva las relaciones entre los dos
países a unas muy parecidas a las que tuvo la Nueva Granada con la Corona
española, le arrebata al país toda posibilidad de resolver sus graves problemas
económicos, sociales y políticos, condenándolo, mientras dure el Tratado, a la
pérdida de la soberanía, el atraso científico y productivo, la
desnacionalización económica, la concentración de la riqueza, el maltrato
laboral y ambiental, la corrupción, el desempleo y la pobreza. Ganarán, sí, los
pocos colombianos que logren separar su suerte personal de la de la nación, al
conectar sus intereses con los de las trasnacionales que avasallan a Colombia.
El Tratado tiene 23
capítulos y 1.300 páginas que reglamentan en detalle toda la economía
colombiana: exportaciones e importaciones, agro, industria y servicios,
inversiones extranjeras, sector financiero, telecomunicaciones, propiedad
intelectual, compras públicas, asuntos culturales, laborales, ambientales y
sanitarios, en fin, todo. Ninguna norma nacional podrá contener nada que
contradiga su texto, pues este equivale a la Constitución económica de
Colombia. El TLC, además, no podrá modificarse sin permiso de Estados Unidos y
su derogatoria unilateral por parte de Colombia, que puede darse, tendría que
obligar a las trasnacionales a soltar la presa.
Los TLC están
montados sobre mentiras. No es cierto que para venderle a Estados Unidos haya
que tener un TLC con ese país: nadie en Europa lo tiene, ni China, ni Japón, ni
Brasil. También es falso que a los países los desarrollen los extranjeros, y
más si solo invierten cuando les garantizan monopolios y materias primas,
impuestos y mano de obra baratos. Tampoco es verdad que los estadounidenses desmontarán
sus descomunales subsidios industriales y agrarios. Y es falaz afirmar que a
Colombia se le impone lo que hicieron norteamericanos, europeos y japoneses
para desarrollarse. Por el contrario. El TLC le quita los principales
instrumentos que esas naciones usaron para construir sus economías.
Colombia no negoció
un TLC con Estados Unidos. Los llamados “negociadores” fueron un grupito de
“hombres sí”, a cuyo director, el ministro de Comercio, no le dio vergüenza
salir del cargo para irse a Washington a un puesto en el Banco Mundial. Que
todos los TLC de América sean iguales obedece a que las trasnacionales le
indican a la Casa Blanca cuáles son sus intereses y esta se los convierte en
tratados. Las diferencias se limitan a establecer el plazo en el que la
industria y el agro de los países víctimas perderán toda protección, es decir,
a darles orden a las quiebras: quiénes en el primer año, quiénes en el quinto y
quiénes el décimo, que suele ser la desprotección más tardía.
El libre comercio no
va a empezar en Colombia con los TLC. Lo inició César Gaviria y avanzó en los
gobiernos siguientes. Lo nuevo es que buscan profundizarlo y hacerlo
irreversible. Y dos décadas de ruina y retrocesos industriales y agropecuarios
por las mayores importaciones, de desempleo y pobreza, al igual que de unas
exportaciones limitadas a los mismos productos agropecuarios y mineros de
siempre, muestran la falacia de los pajaritos de oro que pintan con el TLC con
Estados Unidos, a cuyos daños se sumarán los tratados con Canadá, la Unión
Europea y Corea.
Si este TLC era
malísimo en 2006, cuando se negoció, ahora es peor. Primero, por la grave
crisis estadounidense y mundial. Y segundo, porque la revaluación ha disminuido
en 20% la competitividad nacional, revaluación que tiene como causa principal
que Estados Unidos reducirá las importaciones y aumentará las exportaciones
como sea, incluso imprimiendo dólares sin parar, en algo así como una gran
falsificación de moneda.
Las privatizaciones
son parte del libre comercio. Por eso Santos no desmonta el sistema de las EPS,
estrangula financieramente a las universidades públicas y busca legalizar el
lucro en la educación, negocio impuesto por el capítulo de inversiones del TLC
con Estados Unidos. Y otra vez se demostró, esta vez con Obama y sobre el caso
de los crímenes contra los sindicalistas colombianos, que Washington permuta
negocios por derechos humanos (Libro “El TLC recoloniza a Colombia” en http://bit.ly/jho8XW).