21 de agosto de 2010

De las personas a las políticas




Por Jorge Enrique Robledo,

Senador, agosto 20 de 2010

Se da por descontado que a presidentes y ministros no llegan minusválidos mentales, aunque a ratos pareciera que sí. Incluso, para esos cargos suelen escoger personas con conocimientos superiores al promedio. De ahí que sea medio tonto mirar las capacidades personales de estos personajes para tratar de adivinar “si van a gobernar bien o mal”, en el sentido de si resolverán o empezarán a resolver los principales problemas de la nación, que es de lo que se supone se trata.

El aspecto decisivo para el buen gobierno no son las calidades técnicas de las personas que gobiernan, sino las políticas que estas respaldan y desarrollan, siempre en el entendido de que los idiotas y los demasiado ignorantes no llegan a la cúpula gubernamental. ¿Inteligentes e ilustrados dentro de qué concepciones, con que ‘línea’, para qué fines? Porque por títulos y experiencia que tenga un individuo, si las orientaciones que le determinan sus decisiones conducen al desastre, el desastre llegará.

Una imagen puede ilustrar el asunto: los trenes no llegan a donde quieren los maquinistas, sino a donde conducen las carrileras. Con las economías de los países pasa como con los trenes diseñados para no poder detenerse, que solo pueden llegar a donde se dirigen los rieles, sin importar la pericia de los maquinistas, luego están condenados a caer al abismo si a un abismo se dirigen las carrileras. La gran diferencia entre el capitalismo de Colombia con los de Francia, Italia o Alemania, por ejemplo, tiene como explicación primordial que sus carrileras son distintas, porque mientras allá se concibieron proyectos de desarrollo nacional, aquí no.

Así, lo primordial que hay que analizarles a los gobernantes no son sus cualidades como maquinistas, sino la carrilera por la que decidieron transitar y si esta lleva a buen puerto –al progreso del país– o lleva al abismo –al desastre nacional del que se eximen muy pocos. Este es el debate que se elude cuando el análisis no se centra en la dirección de los rieles, lo que para estos efectos significa el modelo económico y social impuesto en Colombia desde 1990 –la carrilera neoliberal y del libre comercio–, régimen económico que, según muestran veinte años de experiencia, enriquece a las trasnacionales y a cada vez menos nativos y condena al atraso y a la pobreza a la nación, de manera que la opulencia de poquísimos parece norteamericana o europea, pero la pobreza es de tipo africano o haitiano.

Entonces, quien conozca la trayectoria de Juan Manuel Santos, sus propuestas de gobierno y el equipo que nombró no necesita caer en la ingenuidad –que con malicia aúpan ciertos santistas– de tener que esperar para ver qué pasará durante su administración. Porque, como ministro de Gaviria, Pastrana y Uribe, Santos demostró ser dogmáticamente apegado al ideario neoliberal o del libre comercio o del Consenso de Washington o del FMI, políticas que explican por qué el desempleo y el rebusque sumados superan el 70 por ciento y una de la peores desigualdades sociales del mundo. Porque se comprometió a seguir con la confianza inversionista, el nombre uribista para las concepciones plutocráticas mencionadas. Y porque su gabinete ministerial parece la selección Colombia del neoliberalismo, de manera que ni siquiera queda la esperanza de que, por equivocación, acierte.

El nuevo gobierno presentará como “soluciones” medidas sobre empleo y salarios, agro e industria, salud y educación, grandes y pequeñas y medianas empresas, finanzas y comercio exterior, impuestos e inversiones, en fin, sobre todo, pero siempre y en todos los casos con criterios neoliberales, lo que significa que los problemas estructurales, lejos de resolverse, se agravarán, al mantenerse las causas que los provocan.

Para confirmar que este gobierno puede ser peor que el anterior, ahí viene la ley de la regla o la responsabilidad fiscal, que congelará en el estado de inexistencia o mediocridad actual los derechos sociales de los colombianos. Con esa norma, la Corte Constitucional no hubiera podido igualar los POS del sistema de salud.

Taimada, entonces, la falsa inocencia de ciertos santistas que preguntan: “Si no se sabe qué pasará, ¿por qué los del Polo no le dan un compás de espera a Juan Manuel?”.

Coletilla: los nombramientos en la Comisión de Acusaciones, la Contraloría y la jefatura del DAS también muestran que Santos I es Uribe III.

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19 de agosto de 2010

Tres contra trescientos





Por Koestler

El municipio de Lebrija se enfrenta a una seria amenaza. Una de las más graves a lo largo de su existencia. Y no viene de afuera del municipio sino de adentro. Precisamente de quien debería estar velando por sus intereses. Nace del Palacio de la alcaldía, con unos 'proyectos de contratos' o de negociados o negocionones, como mejor les parezca, promovidos por nuestra inefable alcaldesa, Sonia Serrano Prada.

Se trata de los proyectos sobre alumbrado público y pignoración de los recursos de transferencias dedicados al manejo de agua y saneamiento básico. Dichos planes comprometen recursos propios y de transferencias de la nación hasta por 20 años, e implican una jugosa, muy jugosa cifra para ejecutar entre dos grupos de 'amigos' de la alcaldesa. Y es tal el negocio, que se han ofrecido unos buenos pesos para quienes, desde la oposición, se pasen al lado de la administración y apoyen dichos proyectos.

Habrá tal conciencia de la iniquidad de dichos planes, que la alcaldesa se lava las manos diciendo que no es ella quien ofrece dinero alguno, sino 'los contratistas'. ¿Acaso están tan amarradas las cosas que los 'contratistas' ofrecen dinero con la seguridad absoluta de que se van a ganar el negocio?

Y, ¿por qué el título de esta nota? Pueden estar seguros de que no se trata de un episodio heroico como el de los guerreros espartanos en los que trescientos hombres (como el nombre de la película) defendieron un paso en las montañas hasta perder la vida para impedir el acceso de las hordas persas comandadas por Jerjes. En ese entonces, en el paso de las Termópilas, bajo la dirección del rey Leónidas se enfrentaron 300 heroicos guerreros (esos sí héroes, no como los de pacotilla que nos ofrece la TV) contra decenas de miles de enemigos invasores.

Esta vez se trata de tres, sí, sólo tres --pero no de tres guerreros sino concejales de Lebrija-- contra TRESCIENTOS MILLONES DE PESOS, que les ofrecen por su voto para obtener la aprobación de los negociados en mención. Son, para información de la opinión, los señores Jorge Jaimes (Cucarrón), Mario Álvarez y Javier Stella, a quienes ya les hicieron propuesta del dinero. Obvio es que igual oferta le han hecho a otros concejales 'opositores'.

Sólo falta saber cuánto le han ofrecido a los perros falderos de doña Sonia para que acoliten dichos proyectos. Pero de lo que no queda duda es de que algunos de los lectores asiduos de este blog, que forman parte del grupo de las ías: policías, fiscalía, contraloría y procuraduría, deberían iniciar ya una investigación de oficio sobre este delito que está en ejecución.


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La Gran Ramera




Por Koestler


La Organización de las Naciones Unidas ha devenido en la gran ramera del mundo, siempre puesta al servicio del mejor postor. Esquiva con unos -los débiles-, es pronta con otros: los poderosos.

Ante el gran crimen de lesa humanidad propiciado por la alianza EE. UU. e Inglaterra y España, terminó bendiciendo la invasión a Irak. Y no hubo sanciones contra los criminales: ni personal respecto a los jefes de Estado o contra los países que la ejecutaron.

Pero otra cosa es el valor de la ONU cuando se trata de países pequeños o débiles. Es de ver la presteza con la que toma resoluciones y acata los deseos de los imperios. Ejemplos sobran: Irán, Corea del Norte, países árabes, en tanto que no ve los crímenes de algunos, como los de Israel.

Y, en el colmo del cinismo, conforma una “comisión internacional” para analizar el acto de piratería y genocidio cometido por las tropas sionistas contra la flotilla turca que llevaba apoyo a los palestinos sitiados por el estado Israelí. Y, como burla y ludibrio contra los agredidos, el secretario general pone al frente de dicho “equipo” a Alvaro Uribe Vélez, quien fue el único jefe de estado latinoamericano que apoyó la invasión yanqui a Irak.

Esa designación garantiza que no habrá imparcialidad en dicho equipo de trabajo. Ban Ki-Moon será, a no dudarlo, sinónimo de lacayismo y servilismo.

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16 de agosto de 2010

¿Almas de perro?




Por Koestler


Los colombianos nos jactamos de ser 'perros' y, con admiración nos referimos a alguien como un perro, para llamar a su picardía, audacia o viveza. No menos cierto es que se emplea el término en forma peyorativa para tratar a la persona que se pasa de vivo en las lides del amor.

Y hemos terminado interiorizando esta apreciación y, al parecer, las demás de la condición de perro, especialmente el servilismo. Y de tal manera, como perros, besamos la mano del amo que nos da palo y nos humilla.

No es que los colombianos seamos agradecidos, pues esa condición no se expresa para con quienes desinteresadamente trabajan por el bien colectivo. Somos serviles y rendimos pleitesía a quien nos muestra el foete, y alegres movemos el rabo y agradecemos a quienes más nos han golpeado. ¡Manes de nuestra tierra!

Porque “Cuando el sol de la cultura política se encuentra muy bajo, hasta los enanos proyectan una larga sombra”, Karl Kraus (1874-1936).

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