22 de junio de 2010

Santos y la justicia


Opinión| 21 Jun 2010

Rodrigo Uprimny

Por: Rodrigo Uprimny
EN SU DISCURSO DE VICTORIA, EL PREsidente electo Santos se refirió a la justicia colombiana en términos bastante tranquilizadores.

Para el nuevo presidente, nuestro país requiere una justicia “deliberante, fuerte y eficaz”. Y por ello señaló que el sistema judicial puede esperar de su gobierno “respeto, colaboración y autonomía”, mientras que de ella se espera “imparcialidad y prontitud en sus decisiones”. Santos buscaría entonces una reforma judicial, que sería concertada con las cortes, “para trazar linderos y dotar a la justicia de herramientas y mecanismos que la hagan más ágil y efectiva”.

Estas palabras de Santos, que suenan razonables, contrastan bastante con los duros ataques que ha recibido la justicia colombiana de parte del gobierno Uribe. Como se sabe, en estos años, no sólo muchos magistrados han sido objeto de espionajes ilegales por el DAS y la UIAF sino que, además, el propio Presidente ha acusado, sin pruebas, a los jueces, y en especial a la Corte Suprema, de tener sesgos a favor del terrorismo.

La pregunta que surge es si este lenguaje de Santos en el tema judicial es simplemente un maquillaje estilístico o es un signo de un esfuerzo genuino del futuro Presidente por lograr realmente un cambio importante y positivo en las relaciones entre el gobierno y la rama judicial.

La respuesta a esa pregunta no es fácil, pues Santos no ha concretado con claridad los lineamientos de esa reforma judicial que ha anunciado.

Algunos elementos que aparecen en su programa presidencial de 110 puntos, como acercar la justicia a la población y promover la eficiencia y la eficacia del aparato judicial, son inobjetables, aunque no sea tan claro cómo se lograrán esos propósitos. Igualmente, la idea de revivir el Ministerio de Justicia, como interlocutor del Gobierno con la rama judicial, parece un paso en la dirección correcta de lograr un entendimiento más fluido entre los poderes del Estado.

Pero el programa de Santos también incluye otras propuestas mucho más polémicas. Aparece, por ejemplo, la idea de trasladar la Fiscalía a la Rama Ejecutiva, con el argumento de que así se coordina mejor la lucha contra la delincuencia y de que por ello en muchos países, como Estados Unidos, el Fiscal General es miembro del gabinete gubernamental.

En Colombia esa propuesta es muy riesgosa. La Asamblea Constituyente de 1991 discutió ampliamente esa posibilidad, pero la rechazó, por el temor de que una Fiscalía dependiente del Ejecutivo fuera en nuestro país un instrumento de persecución política contra los opositores y un mecanismo para asegurar la impunidad de las arbitrariedades cometidas por el Gobierno. Los Constituyentes no querían que la Fiscalía fuera una especie de DAS con mayores poderes. Ahora que se han hecho públicas algunas de las ilegalidades cometidas por dicho cuerpo de inteligencia en estos años, lo menos que uno puede decir es que los temores de los Constituyentes eran fundados. Por eso es tan importante preservar la independencia orgánica y funcional de la Fiscalía frente al Gobierno, sin perjuicio de fortalecer sus mecanismos de coordinación.

El nuevo gobierno parece decidido a plantear una reforma a la justicia; el lenguaje que la sustenta suena apropiado, pero su orientación real no es aún clara. La discusión que se viene es entonces importante, pues esa reforma judicial puede tener un impacto grande sobre el futuro del Estado de derecho. Y lo mínimo es que no retrocedamos frente a lo que hay; el sistema judicial tiene precariedades indudables, que hay que corregir, pero goza aún de una importante independencia, que es necesario preservar y fortalecer, pues ha sido no sólo un dique frente a las ilegalidades y las tentaciones autoritarias de los últimos años, sino también un factor de estabilidad democrática en las últimas décadas.

* Director del Centro de Estudio “DeJusticia” (www.dejusticia.com) y profesor de la Universidad Nacional

Tomado de Elespectador.com


21 de junio de 2010

Por fin libres....




Primero que nada, los secuestrados...

La operación 'Camaleón' --nombre apropiado para la política de Santos-- produjo la liberación de cuatro secuestrados por las FARC. Indudablemente fue un buen golpe... propagandístico, oportuno en el cierre de la campaña electoral.

Ya pasado el momento de la alegría, de los cantos triunfales, nos gustaría que nos aclararan algunos hechos: a) ¿Cómo es posible que el 'mejor ejército del mundo', capaz de liberar de las 'entrañas' de las FARC a los militares secuestrados no tenían con qué liberarlos de las cadenas con las que los mantenían amarrados a los árboles?; b) ¿Se hallaban enamorados los militares secuestrados de sus cadenas y candados?, porque estaban relucientes, nuevecitas, lo mismo que los candados, como recién sacados de las ferreterías; ¿o es que les hacían limpieza diaria?; c) ¿cómo explican las contradicciones en que cayeron los secuestrados?. Uno afirmó que los 'guerrilleros huyeron acobardados, sin hacer un tiro, dejando abandonados fusiles...'; entre tanto, otro dijo que había sido un combate de más de media hora, con infinidad de tiros.

La pregunta es: ¿qué pasó realmente?


...los colombianos... gracias a las elecciones...

que por lo pronto nos quitaremos de encima la imagen del 'padrecito' Uribe, llamándonos hijitos y diciéndonos que nos quiere mucho, mientras regala los bienes de la nación, destruye nuestros recursos naturales y divide a la población, a la vez que mancilla la imagen nacional ante el concierto de las naciones...

El lado bueno, definitivamente, es que nos quitamos de encima la ramplonería perogrullesca del arriero paisa, la del Envigadeño...



... el flamante presidente Juanma...

que no tendrá que seguir agachándosele a Uribe para que lo deje ser su 'heredero' en la presidencia.

Ahora falta que muestre independencia, respeto a la ley y a la Consitución Nacional, así le toque entregar, 'contra su deseo', al Presidente Uribe a la Corte Penal Internacional.



....del anticandidato... Mockus...



Sería bueno que los directivos del Partido Verde se bajaran de las nubes, con los tres y medio millones de votos que tuvo Mockus para las presidenciales. Son votos prestados, unos porque querían cualquier cosa distinta al uribismo pestilente que ha infectado al país; otros, por lo que Santos implica; y otros porque no creían que abstenerse fuera una opción consecuente.




A los verdes les queda, si quieren ser opción, buscar propuestas económicas y sociales distintas al neoliberalismo fracasado del uribismo. Porque, no nos llamemos a engaños, Mockus sólo era una versión 'decente' del uribismo.


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