El siguiente Editorial apareció en dos publicaciones diferentes. Uno, en el Colombiano de Medellín, en la página editorial, como documento oficial del periódico. Pero, sorpréndanse, igualmente apareció en un blog, que se llama --y ojo al nombre-- Salvatore Mancuso.com.
Apostamos a que el Alto Comisionado de Paz, el Ministro de Desgobierno y el Presidente Uribe no harán ningún llamado para que el periódico El Colombiano desautorice a Mancuso por publicar en primera página dicho documento de apoyo al Presidente Hecatombio.
Valen las apuestas.
¿Hecatombe?
Quienes creen que el Presidente Uribe habló de hecatombe pensando en perpetuarse en el poder, olvidan que realmente podría venir una hecatombe, si persisten los ataques contra la institucionalidad, agitados desde diversos frentes. |
Esta mañana, la radio jugó con la palabra hecatombe, porque el Presidente Uribe dijo rotundamente que no quería una tercera reelección, a menos de que hubiera una hecatombe. La desaparición de Armero fue una hecatombe producida por las fuerzas de la naturaleza que lloraron la hecatombe, atizada siete días antes, por los entonces guerrilleros del M-19.
La hecatombe del 5 y 6 de noviembre de 1985, que mató a los Magistrados de la Corte Suprema de Justicia y a otros ciudadanos buenos que trabajaban allí, también consumió por fuego los expedientes de los extraditables de hace 22 años, al parecer uno de los dos objetivos de lucha del M-19 en esta hecatombe.
Como en Colombia no aprendemos ni siquiera la propia historia y por eso la repetimos una y otra vez, ahora la hecatombe a la que se referiría Álvaro Uribe podría parecerse a la del 5 y 6 de noviembre mencionados: tiene intereses de terroristas, ya sean guerrilleros narcotraficantes o bandas dedicadas al negocio de las drogas ilícitas.
Según el diccionario de María Moliner, una de las definiciones de hecatombe es: "gran número de muertos en una lucha". Y ¿qué podría atizar una lucha fraticida en Colombia? Entre otras cosas, la desinstitucionalización del país por el debilitamiento, valga la redundancia, de las instituciones que conforman el Estado de Derecho, de sus pilares esenciales, de lo que los estadounidenses llaman el imperio de la ley.
¿No contribuirá a la desinstitucionalización del país el ataque sistemático y creciente al Presidente Uribe, a la Comandancia de las Fuerzas Militares, a la Comandancia de la Policía Nacional, al Contralmirante Gabriel Arango Bacci sobre quien la Fiscalía General de la Nación acaba de conceptuar que la prueba reina en su contra, su huella dactilar, no era ni prueba ni reina? No obstante, la Armada Nacional dijo que la Fiscalía enviaría tal prueba a Estados Unidos para que la examinaran allá.
¿No contribuirán a la desinstitucionalización del país las verdades a medias que muchas veces se convierten en mentiras completas sobre miles de soldados y policías que luchan, exponiendo o entregando su vida, por el Estado de Derecho?
¿Y qué decir de los periodistas, llamados a fiscalizar y denunciar, pero no a juzgar? ¿A no divulgar filtraciones interesadas? ¿A buscar la verdad verdadera en medio de tantas mentiras, en una labor investigativa que ha de llevar a archivar la investigación, si no se comprueban las tesis o las hipótesis? ¿Y a decir me equivoqué y rectifico, si el mandato ético y la honestidad, que no tiene grados, así se lo indican? ¿Y a callar, si este mandato ético se lo pide? El derecho a la información no es absoluto, puede colisionar con otros derechos que, muchas veces, priman. La libertad de prensa y la no censura tampoco son absolutas. Una y otra conllevan una responsabilidad social.
Estos interrogantes y reflexiones son un limitado aporte que, Dios quiera, nos lleve a comprender que la hecatombe y el complot son una posibilidad quizás más cercana de lo que creemos. Que con Colombia no se juega y tampoco, con un Presidente que sólo quiere el fortalecimiento de la democracia amenazada y un país seguro, incluyente, equitativo y participativo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario