15 de marzo de 2009

Una crónica soñada....








Por Fresh Gossip

Nota: es una crónica soñada, es decir no tiene nada que ver con la realidad.  Así que de una vez aclaro que no soy responsable de los parecidos con alguna realidad cercana o lejana.  No creo que pueda existir una situación así, y por ello, con toda confianza la publico.  A ver si me gano algún premio literario, man que sea de quinta categoría.

En un pueblo de un modesto reinado de una provincia de la Madre Patria “de cuyo nombre no quiero acordarme”, pero que le dicen Catabrera, sucedió la crónica que hoy me atrevo a relatar. Se que es una historia cursi, melodramática y en ocasiones triste, pero ¡qué le vamos a hacer!, no soñé algo distinto.  Y a lo hecho pecho, como dice el gran filósofo Cantinflas, porque aún sigue vivo en el corazón de los fans.


Sucedió que en la dinámica del progreso llegó una empresa de telecomunicaciones a un melancólico reinado con el propósito de instalar una antena de radio ondas para el servicio telefónico móvil, cuya marca se ha posesionado como Malestar. Los ingenieros de la empresa luego de muchos cálculos y estudios concluyeron que el mejor lugar para dicha ubicación era uno que se hallaba en la parte alta del caserío, que, además, para ellos cubría una expectativa de triunfo asegurado: quedaba en un sito al que le decían La Loma de la Cruz.  Es decir, contaban con la bendición asegurada.

Como no faltan los envidiosos o los “brutos” que se oponen al progreso y, debe ser por ignorancia, se reunieron para acordar que no querían la tal antena en su barrio, dizque porque las ondas les iban a causar daño a sus cerebros, al sistema nervioso, en especial al simpático, al linfático, al excretor y, que dizque sus niños iban a ser más bruticos y enfermitos.  Como si les cupiera alguna desgracia más con su alimentación, la mirada diaria de la tontovisión nacional y el cable comunal, con los programas de “Ladra en América”, “A que te rompo la cara marica”, “El mensaje del hermano Saulo”, “La voz de Varito”,  y los debates del Concejo Municipal, donde se estilan los más lindos y coloridos rebuznos universales, de vez en cuando matizados con los profundos y extensos debates a cargo de la Reina del pueblo. 

Lo cierto es que ante la cerrada oposición de los vecinos del sector los empresarios de Malestar llevaron a una reunión a la Reina para que, con su augusta presencia y su verba arrolladora los convenciera. No obstante su extensa intervención los tercos se opusieron y ella, sabia y pícaramente, dijo:

―No se da permiso para instalar aquí la antena.  ―Y en medio de los aplausos de sus súbditos levantó la cesión y se retiró a su palacio.



Todo parecía resuelto y que el sueño no sería más que esta bucólica crónica, pero, el cerebro, que no descansa mientras una duerme, siguió maquinando y maquinando. Y entonces, obvio es, la Reina maquinó.  Recuerden que también tiene cerebro. Y vio en ello un buen negocio. Así pues, llamó a su más cercano y querido asesor, y primo, porque la consanguinidad da más confianza, y le dijo:

­―Casandro de mi alma, mi bufonero mayor, creo que aquí hay una buena oportunidad de engrosar las arcas reales y no nos caerían mal unos duros más, que tanto necesitamos para hacer reinados y bailecitos y quemar polvorita y.... bueno tu sabes qué más. Os encomiendo que busquéis a los de Malestar para proponerles un buen negocio.

Dicho y hecho, el bufón, perdón el escudero mayor, salió de la corte y se encaminó a la capital en busca de los aburridos ingenieros que se sentían frustrados por la terca resistencia del populacho.

―La Reina me manda a deciros que tiene un punto que ni mandado a hacer para instalar vuestra antena.

Y al día siguiente estaban los ingenieros en las oficinas de Palacio tratando los asuntos del negocio por orden de importancia: a) CVY; b) Coima del bufón; c) Acomodos del asesor.  Luego discutieron los aspectos técnicos y legales del asunto, pues la antena sería colocada en propiedades del reino, que tenía destinados a usos de dotación. En ese sentido no habría problemas legales pues la Reina los iba a dotar de antena. Ya definidos los asuntos mencionados, al día siguiente empezó la construcción de la monumental obra, que los contratistas por una deferencia especial designarían como la Klimantena.

Una vez más los enemigos de la maravillosa obra social que impulsaba la reina Sorisonia reunieron al populacho para enfrentarlo a la realeza. Inventaron argumentos sobre el daño a los habitantes y fueron a consultar al asesor del pueblo, más conocido como el Perronero real, quien les ayudó con los documentos que se presentaban a la autoridad solicitándole que la “augusta majestad se dignara revocar tal ordenanza real”.

―Vuestra majestad tendrá presente ―le decía el Perronero― que mi papel es mantenerlos llenando papeles para engatusarlos mientras se terminan las obras.  Usía no debe ceder en sus abusivas pretensiones. ¡Cómo si el populacho tuviera derechos!   


Fin de la primera parte.



Tomado de Ciudad de Pensamiento Plano

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