
Viernes 14 de agosto de 2009
Imperio, bases y        acumulación por desposesión
       Raúl Zibechi
       Cuando George W. Bush decidió restablecer la        Cuarta Flota, la decisión parecía una perla más del largo collar de        acciones militaristas que caracterizaron su administración. Ahora que        Barack Obama se apresta a desplegar las fuerzas del Comando Sur en siete        bases militares colombianas, es posible que algunos se sientan        traicionados por los buenos modos con que engalanó sus primeros meses en        la Casa Blanca. Más difícil es asumir que hay continuidades entre ambas        administraciones, y que no se deben a alguna intrínseca maldad de los        presidentes.
       Tanto el Plan Colombia como las        negociaciones para utilizar las siete bases se toman entre pequeños grupos        de "especialistas" y cuando ya está todo decidido se somete a una votación        parlamentaria que difícilmente hace otra cosa que avalar decisiones ya        tomadas. Ese funcionamiento está en el corazón de las actuales        democracias.
       La diplomacia brasileña, consciente de que el        despliegue del Comando Sur va contra la hegemonía de Brasil en Sudamérica,        ha formulado una pregunta incómoda. Si el presidente Álvaro Uribe        asegura que las FARC están muy disminuidas y al borde de la aniquilación,        ¿cómo se justifica el incremento de la presencia militar estadounidense?        No hay respuesta porque el objetivo no son las FARC ni el narcotráfico,        sino la intensificación del control del continente y de las rutas que se        dirigen hacia África, como plantea sin vueltas el informe 2009 Global En        Route Strategy, de la fuerza aérea.
       En América Latina y África hay una feroz        competencia por los bienes comunes: agua, biodiversidad, minerales,        combustibles fósiles, monocultivos para biocombustibles. La región        andina proporciona 25 por ciento del petróleo que consume Estados Unidos y        la Amazonia contiene buena parte de las riquezas que, si se las apropiara,        podrían alargar la vida del debilitado imperio estadounidense. La        reciente oferta de la petrolera estatal china por 84 por ciento de Repsol        YPF muestra que la lucha por los energéticos se desarrolla con toda        ferocidad en Sudamérica. La región andina, plagada de emprendimientos        mineros canadienses y estadounidenses, es un espacio decisivo para la        consolidación de las multinacionales mineras en busca de oro y metales        estratégicos.
       La segunda cuestión se relaciona con        introducir una cuña entre los países de Unasur y China, Rusia e Irán. Pero        de modo muy particular entre Brasil y China, que sostienen una alianza        estratégica desde 1990, o sea, antes de la llegada de Lula. "Hace        unos 20 años, China era el decimosegundo socio de América Latina, cuyo        volumen comercial apenas superaba 8 mil millones de dólares, pero desde        2007 ocupó la segunda posición, multiplicando por 13 aquella cifra y ahora        sobrepasa 100 mil millones de dólares", señala Diario del Pueblo        (11/8/09). Este año China se convirtió en el primer socio        comercial de Brasil, superando a Estados Unidos. Además ha fortalecido        lazos comerciales con Venezuela, Argentina y  Ecuador.
       Controlar las redes por las que circula ese        conjunto de mercancías es un objetivo no declarado del nuevo despliegue        militar del Comando Sur. En vista del discurso de la Casa Blanca y del        gobierno de Uribe, de que no habrá bases militares de Estados Unidos en        suelo colombiano, sino "sólo" la utilización de instalaciones, hay que        recordar que el concepto de base militar de la guerra fría ya no es        operativo. Las enormes concentraciones humanas y de aparatos, fijas e        inmóviles, han quedado en desuso por las nuevas tecnologías, pero sobre        todo por los objetivos trazados por el Pentágono, consistentes en        el control a distancia y la disuasión, dejando la intervención directa        para casos excepcionales. Esto pasa por labrar buenas relaciones con los        gobiernos que les permitan fácil y rápido acceso a instalaciones para        desplegar batallones en cuestión de horas.
       En tercer lugar, deben destacarse cambios en el        funcionamiento del sistema capitalista en las últimas tres décadas, que        otorgan primacía al capital financiero. Hacia mediados de la década de        1970 se produjo una mutación, que es una respuesta a la ofensiva de las        "clases peligrosas" para el dominio del capital. Al transmutar el        capital productivo en capital financiero, el sistema abandona la        reproducción ampliada –como eje de la acumulación– por la acumulación por        desposesión, término acuñado por el geógrafo David Harvey. De ese        modo la principal forma de acumulación tiene ciertos parecidos con la        acumulación originaria que estudiara Marx en los albores del        capitalismo.
       En buen romance esto significa: robo,        despojo, apropiación. Va de la mano del abandono de los Estados de        Bienestar, el mayor intento por integrar y controlar a los de        abajo ensayado por el sistema. Del mismo modo, y por las mismas razones,        la democracia liberal pierde interés, ya que no asegura que, sin        estados benefactores, los de abajo no se rebelen. Crisis de los mecanismos        de integración, crisis de los partidos y sindicatos, crisis de las        democracias, que, en adelante, son apenas regímenes electorales para        otorgar cierta legitimidad a los que gobiernan.
       En Sudamérica, dos proyectos pretenden        rediseñar el continente desde arriba: el control riguroso de los de abajo        y la apropiación de los bienes comunes. Son dos caras de un mismo proyecto        de prolongación indefinida de la dominación imperial. Para eso se        multiplican las bases militares y se busca convertir a Colombia en        plataforma principal de la dominación sin hegemonía. Salir de        este estado de cosas es imprescindible y urgente porque está en juego la        sobrevivencia de los pueblos. Es necesario profundizar la integración        regional y evitar que se sigan instalando bases. Pero también hay que        romper la lógica de la acumulación por desposesión, algo que en nuestro        continente sólo Cuba ha sido capaz de  realizar.
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