Superado el anonadamiento que produjo la lectura de la carta de Ingrid Betancourt, que impidió escribir sin sentir el peso del odio y del resentimiento, intentaremos dejar en claro algunas ideas. La primera, que dicha carta es un tratado de amor. Es un manual de supervivencia. Es un desesperado aferramiento al amor: a los hijos, a la madre, a su familia, en fin, a todos.
Sorprende tanta capacidad y, obvio, necesidad de amor, en tales condiciones de vida infrahumanas. Sorprende tanta ternura por una madre, doña Yolanda Pulecio, por sus hijos, su familia y sus amigos. Enaltece tanta capacidad de agradecimiento a quienes, acompañándola en el cautiverio no han perdido su condición de seres humanos.
Es terrible, más para alguien que soñó con la construcción de una patria justa y amable, tener que soportar las miserias de la degradación humana de sus carceleros y de muchos de sus compañeros. Bien lo dice, con elegancia, "me pusieron en un grupo humano muiy difícil." Muy difícil para una frágil mujer, aún con toda su fortaleza, la supervivencia en medio de núcleos humanos hostiles, en los que pronto se invierten los valores y se imponen los de la fuerza y la viveza. Una viveza sórdida, miserable, de quienes anteponen cualquier consideración para garantizar su comodidad y supervivencia, mancillando la amistad y la solidaridad humana.
La cárcel degrada. El secuestro degrada. Una vida llevada a los más urgentes y elementales avatares de la sobrevivencia la envilece. Y ese es el ambiente en que debe sobrevivir. Perseguidos implacablemente por un enemigo enceguecido, la guerrilla reacciona de igual manera. Surgida del odio y el marginamiento, la guerrilla de las FARC no conoce otro lenguaje. Lenguaje que se afina en el choque diario con el furor enemigo. Y en ese danzar de odios, los prisioneros son víctimas propiciatorias.
Serán llevados una y otra vez por las selvas, cada vez más profundas, en un incesante errabundear, única manera de mantener la vida. Hasta cuando... Mejor no hablemos de lo ineluctable.
Hablemos de lo posible. De lo deseable. De que las FARC entiendan que un gesto de buena voluntad no las debilita sino que, al contrario, las fortalece: internamente y ante la sociedad. Lo primero, porque sus mismos miembros entenderán que no se trata de una simple máquina de combate y que en medio de ella es un organización capaz de elevarse sobre la miseria de la guerra, de los odios. Y que es capaz de tener gestos de grandeza y amabilidad, como la liberación de prisioneros. Y que son capaces de rendirle un homenaje a la mujer colombiana, y reconocer el extraordinario valor de Ingrid Betancourt, que llevada por el amor, es capaz de ocultar hasta la miseria de la vida que le toca soportar para no preocupar más a sus seres queridos.
Las FARC, tienen la palabra.
1 comentario:
Yo no sé cómo alguien es capaz de hablar del sufrimiento de una secuestrada, al tiempo que dice que las farc, el grupo que la secuestró y la sometió al espantoso tormento que todos vimos en un video, no es terrorista, y lo justifica políticamente.
Qué asco. Es como el sacerdote que denuncia a los homosexuales al tiempo que sodomiza a sus monagillos.
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