Se ha dicho hasta el cansancio que la realidad es más sorprendente que fantasía. Y a fe que no se necesita mucho buscarla para "toparse" con algunas anécdotas llenas de picardía, que pintan de lleno nuestra contradictoria realidad. La anécdota que relato es de una vereda de Girón.
En una reunión familiar se encuentran tres hermanas, casadas ellas, y deciden intercambiar sus experiencias con los maridos que tenían. Todas se quejaban de los comportamientos de sus consortes y de las maneras como habían enfrentado dichos problemas. La mayor, que llamaremos Juana, dijo:
--Antonio sólo sabía llegar a sentarse a ver televisión y no me ayudaba para nada en la casa. Un día, cansada, y jugándomela del todo, le dije que si no cocinaba no habría comida en la casa. Pasó el primer día, y no vi nada. Al segundo día tampoco vi nada, y al tercero empezó a cocinar para él, los niños y hasta para mí. Ha cambiado mucho y nos llevamos muy bien.
Rosa intervino con su experiencia y, palabras más, palabras menos contó su anécdota.
--Pedro no tenía ninguna consideración conmigo, no me ayudaba nada en la casa. Llena de furia le dije que colaboraba en la casa con la lavada de la ropa y de los trastos de la cocina o no lo hacía más. Dicho y hecho. El primer día no vi nada; el segundo día tampoco vi nada, pero al tercero empezó a lavar los platos y las ollas para que yo cocinara y luego se puso a lavar la ropa de los niños. Ahora es un amor colabora en todo lo de la casa.
Y habló la menor. --Yo estaba totalmente desesperada con la descortesía de Carlos y un día le dije que tenía que ayudar a lavar la loza, la ropa y a cocinar o yo me iba de la casa.
--Pero se la puso muy dura. --Dijeron las hermanas. --¿Qué pasó?
--No. El primer día no vi nada. El segundo día no vi nada. El tercero tampoco. Pero al cuarto ya pude abrir los ojos... que me habían quedado muy hinchados...
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