21 de enero de 2008

¿Al fin qué...?

Hasta esta semana gran parte de la opinión mediática de este país, bien aceitada y colgada de la brocha ante el Supremo Director de la Guerra, afirmaba a todos los vientos que Ingrid Betancourt estaba prisionera gracias a la intransigencia criminal de las FARC. Ahora, merced a los exhaustivos y maravillosos análisis de inteligencia de nuestras FF AA, el comandante general del ejército nos ilustró a todos los colombianos. Sí, nos desasnó totalmente. Ya no es por la acción terrorista de las FARC. La culpa de que Ingrid siga presa es... de Yolanda Pulecio, su madre.

Según el jefe militar, por andar criticando al Supremo, doña Yolanda hizo subir el precio de las acciones de "la joya de la corona". De ahí se pueden sacar dos conclusiones bien científicamente chafarotudas: a) con tanto escándalo las FARC se dieron cuenta de que Ingrid era importante; y b) las FARC, tal vez indignadas por tanta crítica al supremo, decidieron retenerla más tiempo para darle una lección a los bocotas que se atreven a oponerse a la inteligencia suprema.

La verdad, es hora de pensar que el pensamiento superior lo tiene el general Fredy Padilla.

Y como al que no quiere caldo se le dan dos tazas, nuestro Supremo se fue a París a que Sarkozy le recordara que no es sano excluir ninguna cooperación útil para la liberación de los secuestrados. Y por si no entendía bien el mensaje, le recordó que el papel de los tres países europeos sólo podría "ser útil si esos esfuerzos de facilitación disponen de garantías de independencia y márgenes de discusión indispensables para su éxito".

Tal parece que los galos no están dispuestos a cumplir un papel segundón al amparo de las sotanas que Uribe designó como intermediarios para la negociación. Ahora menos, si las FARC no los acepta como tales. Alegan para tal decisión problemas de seguridad, y a la vez desean intermediarios neutrales.


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